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jueves, 10 de julio de 2014

La Revolución Mundial y el sueño de la democracia. Templanza.

Cartel de propaganda estadounidense, 1.940.
"En verdad, esta forma de gobierno [la democracia] tiene trazas de ser la más bella de todas, y esta diversidad prodigiosa de caracteres es de admirable efecto, como las flores bordadas que hacen resaltar la belleza de una tela. [...] ¡Ah! ¡Con qué grandeza de alma se pisotean todas estas máximas, sin tomarse el trabajo de examinar cuál ha sido la educación de los que se injieren en el manejo de los negocios públicos! ¡Qué empeño, por el contrario, en acogerles y en honrarlos, con tal que se digan muy celosos por los intereses del pueblo!" - Aristocles en "La República o el Estado", Libro VIII.

Debemos ser realistas; la democracia verdadera es irrealizable. Ya ha quedado más que patente la incapacidad absoluta de las masas para pensar; la propaganda ha demostrado que se mueven puramente por impulsos irracionales, aún creyendo ser poseedoras de la razón. El uso de la razón, lo único que nos diferencia a los humanos de los animales, está ausente en la práctica totalidad de la población. Incapaces de crear sus propias ideas, no pueden más que repetir y defender de forma exasperante aquello que los propagandistas les filtran y les presentan. No hay nada, por lo tanto, a excepción de la complejidad de los algoritmos que regulan su conducta y determinan su capacidad mental, que diferencie a la muchedumbre del ganado más que el habla y el aspecto físico.

"El hombre ignorante es un buey. Crece en tamaño, no en sabiduría". - Sutra nº152, Dhammapada.

Todo esto nos conduce inevitablemente a la conclusión de que la democracia, el sistema político donde son las masas las que gobiernan, es completamente inconcebible. Si apenas son capaces de lidiar con sus propias cabezas, mucho menos lo serán para dirigir, ya no digamos un país, una pequeña región. ¡Y pensar que "demandan" (o mejor dicho replican la demanda de otros) una democracia a nivel planetario!
   
"Esto da origen  a que haya en el Estado gentes provistas de aguijones, unos oprimidos por las deudas, otros notados de infamia, y algunos que han perdido a la vez los bienes y el honor, todos los cuales se hallan en permanente hostilidad contra los que se han enriquecido con los despojos de su fortuna y contra el resto de ciudadanos, no aspirando más que a promover una revolución en el gobierno. [...] El gobierno se hace democrático cuando los pobres, consiguiendo la victoria sobre los ricos, degüellan a los unos, destierran a los otros, y reparten con los que quedan los cargos y la administración de los negocios, reparto que en estos gobiernos se arregla de ordinario por suerte. [...]
Expliquemos de nuevo como este hombre oligárquico se hace democrático; [...] Así como el Estado ha mudado de forma, porque la facción del pueblo, auxiliado por extranjeros que favorecían sus designios, ha vencido a los ricos, del mismo modo, ¿no es una necesidad que este joven mude también de costumbres a causa del apoyo que sus pasiones encuentran en las pasiones de la misma naturaleza? [...] Pero bien pronto, a causa de la mala educación que ha recibido de su padre, nuevos deseos, más fuertes y numerosos, suceden a los que ha desterrado. [...] Por último, se apoderan de la ciudadela del alma de este joven, después de haber visto que estaba vacía de ciencia, de nobles costumbres, de máximas verdaderas, que son la salvaguardia más segura y más fiel de la razón de los mortales amados de los dioses. [...] Bien pronto juicios falsos y presuntuosos y opiniones atrevidas acuden en tropel y entran en la ciudadela. [...] Secundadas estas máximas por una multitud de perniciosos deseos, consiguen la victoria, y calificando el pudor de imbecilidad, la rechazan ignominiosamente, destierran la templanza después de haberla ultrajado dándole el nombre de cobardía, y exterminan la moderación y la frugilidad, a las que dan el dictado de rusticidad y bajeza. [...] Después [...] introducen en su alma, [...] ricamente adornadas y con coronas sobre la cabeza, la insolencia, la anarquía, el libertinaje y la desvergüenza, de los que hacen mil elogios, encubriendo su fealdad con los nombres más preciosos: la insolencia, con el de cultura; la anarquía, con el de libertad; el libertinaje, con el de magnificiencia; la desvergüenza, con el de valor. ¿No es de esta manera como un joven, acostumbrado desde la infancia a satisfacer otros deseos que los necesarios, pasa al estado, no sé si de libertad o de esclavitud, en el que se deja dominar por infinidad de deseos superfluos y perniciosos?" - Aristocles en "La República o el Estado", Libro VIII.
 
Si al día de hoy se implementara en cualquier estado existente una democracia real y participativa -sin propaganda-, en la que las decisiones fueran tomadas con toda probabilidad por incompetentes que ni siquiera pueden percatarse de hasta qué punto están siendo manipulados por los propagandistas, no tardaríamos más de veinticuatro horas en degenerar hacia el caos total. Bastarían unas horas para que el desorden arraigara en el territorio. Y en tales condiciones, vivir se tornaría un infierno. Como en las guerras o las catástrofes naturales, cada uno tendría que mirar por su propia supervivencia. ¿Y qué haríamos entonces todos aquellos ilusos que hemos criticado alguna vez la falta de democracia verdadera ante la creencia de estar viviendo en un Estado oligárquico, temiendo los efectos del capitalismo? ¿Acaso tendríamos la paz y el tiempo necesarios para poder leer, escribir y pensar lo suficiente como para poder llegar a estas conclusiones? No existiría tal cosa, no tendríamos oportunidad alguna de mejorar, de crear o reflexionar sobre el mundo. Para que dichas cosas existan, pues, hace falta orden y estabilidad.

"Por la misma razón para la democracia es la causa de su ruina el deseo insaciable de lo que mira como su verdadero bien: [...] la libertad. Penetra en un Estado democrático y oirás decir por todas partes que la libertad es el más preciado de los bienes, y que por esta razón todo hombre que haya nacido libre fijará en él su residencia antes que en ningún otro punto. [...] ¿No es, y esto es lo que quería decir, este amor a la libertad, llevado al exceso y acompañado de una indiferencia extremada por todo lo demás, lo que pierde al fin a este gobierno y hace la tiranía necesaria? [...] Cuando un Estado democrático, devorado por una sed ardiente de libertad, está gobernado por malos escanciadores, que la derraman pura y la hacen beber hasta la embriaguez, entonces, si los gobernantes no son complacientes, dándole toda la libertad que quiere, son acusados y castigados, so pretexto de que son traidores que aspiran a la oligarquía. [...] Con el mismo desprecio trata el pueblo a los que muestren aún algún respeto y sumisión a los magistrados, echándoles en cara que para nada sirven y que son esclavos voluntarios. Pública y privadamente alaba y honra la igualdad que confunde a los magistrados con los ciudadanos. En un Estado semejante, ¿no es natural que la libertad se extienda a todo? [...] y si bajamos más la mano, encontramos que los maestros, en semejante Estado, temen y contemplan a sus discípulos; éstos se burlan de sus maestros y de sus ayos. En general, los jóvenes quieren igualarse a los viejos, y pelearse con ellos ya sea de palabras, ya sea de hecho. Los viejos a su vez quieren remedar a los jóvenes, y hacen estudio en imitar sus maneras, temiendo pasar por personas de carácter altanero y despótico. [...] Dificultad habrá en creer, a no haberlo visto, que los animales domésticos son en este gobierno más libres que en ningún otro. Los perritos falderos, según el proverbio, están bajo el mismo pie que sus dueños; y los caballos y los asnos, acostumbrados a marchar con la cabeza erguida y sin agacharse, chocan con todos los que se encuentran, si no se les permite el paso. En fin, todo goza aquí de una plena y entera libertad. [...] El mismo azote que ha perdido a la oligarquía, tomando nuevas fuerzas y nuevos crecimientos a causa de la licencia general, arrastra a la esclavitud al Estado democrático; porque puede exponerse a caer en el exceso contrario. [...] Por este azote entiendo esa muchedumbre de personas pródigas y ociosas, unos más valientes que marchan a la cabeza, y otros más cobardes que les siguen. Hemos comparado los valientes a los zánganos armados de aguijón, y los cobardes a los zánganos sin aguijón. [...] Por lo tanto, es natural que la tiranía tenga su origen en el gobierno popular; es decir, que a la libertad más completa y más ilimitada suceda el despotismo más absoluto y más intolerable." - Aristocles en "La República o el Estado", Libro VIII.

Tal y como exponía Hobbes, el orden y la estabilidad, aún sin libertad, son preferibles al peligro y la anarquía. Que haya orden implica que las masas, como los niños, sean conducidas de aquí para allá según convenga. Hay que mantenerlas controladas y guiarlas a través de sus impulsos y nunca jamás dejar que se produzca la situación contraria: que los impulsos las dirijan de forma aleatoria y desorganizadamente. La herramienta maestra de que se dispone para llevar a cabo algo así es, como bien explica Edward Bernays en el capítulo "Organizar el caos", la propaganda. Pero, ¿es el modelo de Hobbes el más adecuado para obtener la paz y la tranquilidad, el orden y la estabilidad que todos deseamos para llevar una vida apacible? Quizá en los revoltosos tiempos de Hobbes, donde el vulgo no conocía plenamente el concepto de libertad, en apariencia pudiera parecer más apropiado. No lo es ni mucho menos ahora; con las masas instruidas con latiguillos como derechos humanos e igualdad, un sistema represivo abiertamente dictatorial no podría ser jamás un sistema estable, por el simple hecho de que la muchedumbre no se sentiría satisfecha. Tampoco sería eficiente, pues un sistema basado principalmente en el miedo al estilo orwelliano no permite moldear y movilizar a la multitud con la facilidad de que se dispone cuando se trabaja con todo el repertorio de impulsos irracionales. Y en una situación así, sin libertad de expresión, de información ni de movimientos, ¿Qué podríamos hacer los ciudadanos que infantilmente atacamos alguna vez a la farsa democrática actual en busca de más democracia? Como en la primera situación, no podríamos leer, ni crear, ni escribir, ni pensar... En un sistema así tampoco tendríamos la oportunidad de escapar de la hiperrealidad. ¿Qué sistema alternativo nos queda, entonces, que sea viable y evite las problemáticas de la democracia real y de la dictadura oficial? Claro está, la pseudodemocracia. No por casualidad ha sido el sistema escogido por los científicos de Pyramid Transnational; es sin duda el mejor sistema que hay por el momento. Hacer creer a la plebe que es ella la que gobierna, cuando en realidad gobierna, haciendo uso de la propaganda, un pequeño grupo de hombres invisibles verdaderamente capacitados, resuelve de un plumazo tanto la cuestión del caos inherente a la democracia como el asunto de la infelicidad generalizada que caracteriza a la población de una dictadura previamente aliñada con ansias de libertad. Crear la ilusión en la muchedumbre de que es libre y lleva las riendas nos ofrece la imperiosa estabilidad que nos permite a todos vivir sosegadamente. Como más libre se crea la gente mejor. Como más aparentemente democrática sea una sociedad mejor. De ahí la importancia de los nuevos proyectos más horizontales y sin líderes visibles como el 15-M, Anonymous o el partido X. El experimento del partido X en concreto ha fracasado, pero se probarán, y se deben probar, nuevas fórmulas de implementación.
Es en estas penosas condiciones, aunque pese decirlo, donde podemos vivir mejor los ciudadanos de élite. Como el control de las masas se lleva a cabo mediante la propaganda, y la gracia del sistema consiste precisamente en hacer que éstas se sientan libres y con todo tipo de derechos, las únicas barreras que nos impiden a nosotros escapar de la hiperrealidad y alcanzar la plenitud son mentales. Puesto que disponemos de tiempo y tranquilidad, y tenemos la oportunidad de aprender, escribir, investigar, estudiar y evolucionar, no supone un gran obstáculo para nosotros traspasarlas y salir de la caverna siempre y cuando gocemos de acceso a un mínimo de información. Por lo tanto, este tipo de sistema político es el único en el que podemos alcanzar nuestra meta, nuestro máximo nivel de libertad plausible.

"A tu parecer, ¿no tendremos razón para responder que el que tiene verdadero amor a la ciencia no se detiene en las cosas que no existen más que en apariencia, sino que, nacido, para reconocer lo que existe realmente, tiende hacia lo mismo con un ardor y con un esfuerzo que no es posible superar ni contener, hasta llegar a unirse a ello mediante la parte del alma que tiene más íntima relación con la realidad que se busca; y hasta que, por último, creando en él este divino consorcio el conocimiento y la verdad, alcanza una vista clara y distinta del ser, y vive mediante éste una verdadera vida, dejando de ser su alma presa de los dolores del alumbramiento?"  - Aristocles en "La República o el Estado", Libro VI.

Si bien en este sistema, controlado por un reducido número de hombres, no somos realmente dueños de nuestro destino, de ninguna otra manera podríamos ser más libres; solamente a través del estudio y la reflexión podemos llegar a serlo. Para estudiar y reflexionar hace falta tiempo y únicamente podemos disponer de dicho tiempo en una sociedad de bienes y servicios donde nuestras necesidades estén cubiertas. Y como ya ha sido argumentado, la mejor sociedad de bienes y servicios es la pseudodemocracia, con una élite asegurando nuestra estabilidad y bienestar físico.

"Hay en el alma del hombre dos partes: una superior y otra inferior. Cuando la parte superior manda a la inferior se dice del hombre que es dueño de sí mismo, y es un elogio. Pero cuando, por falta de educación o por cualquier mal hábito, la parte inferior impera sobre la superior, se dice del hombre que es desarreglado y esclavo de sí mismo, lo cual se tiene por vituperable. [...] 
Tenemos, pues,  derecho para decir que son estos principios distintos, y para llamar razón a esta parte de nuestra alma, que es el principio del razonamiento, y apetito sensitivo, privado de razón, amigo de los goces y de los placeres, a esta otra parte del alma, que es el principio del amor, del hambre, de la sed y de los demás deseos."- Aristocles en "La República o el Estado", Libro IV.

Así pues, la democracia solamente es posible si se emplea la propaganda. La sociedad moderna sería imposible sin ella. Las masas no piensan, deben ser guiadas. Visto de esta manera, cobran mucho sentido las ideas expresadas por Bernays en su libro "Propaganda". Los lectores supuestamente más avispados, siendo más avispados por el simple hecho de entender algo de lo que están leyendo, no tardan demasiado en calificarlas de cínicas. Pero antes habría que reflexionar un poco más: ¿Cómo sería el mundo si no existiera la propaganda? o mejor dicho, ¿Cómo era el mundo cuando no existía la propagada tal y como la conocemos? ¿Acaso las masas eran distintas a las de ahora? ¿Acaso eran más libres? ¿Vivían mejor? ¿Eran más inteligentes? Para nada. Si las masas de ahora no pudieran idolatrar a tipos como Obama, Lionel Messi, Brad Pitt, Carl Sagan, Richard Dawkins, Karl Marx, Jordi Évole o Pablo Iglesias, estarían idolatrando al sabio o al chamán de la tribu. Y la situación de los ciudadanos de élite no sería diferente a la de hoy en día. Las masas no serán más libres por que la propaganda de los magistrados deje de manipularlas. Es la naturaleza humana. Y de hecho, si no fuera la naturaleza humana, la propaganda no podría funcionar porque precisamente esas son las bases científicas en las que se sustenta.
En el caso de un sujeto que consiguiera llegar a pensar por sí mismo, que por estadística es un caso excepcional, dicho individuo no tardará en comprender que no hay otra manera de lidiar con las cosas si se quiere progresar. Le bastará dar un vistazo a su alrededor para darse cuenta. Y el progreso es inevitable cuando los humanos hacen frente día tras día a la muerte y el sufrimiento.
Sinceramente, es mucho más digno vivir esclavizado por el grupo de hombres más capaces y poderosos de la historia de la humanidad, teniendo además la oportunidad de saciar nuestra sed de conocimiento, que no vivir esclavizado por hordas de negados con derecho a voto como infantilmente reclaman los defensores de la democracia verdadera.

"Si en un Estado gobernado por estas máximas se encuentra alguno que se escape del naufragio común y sea lo que debe ser, se puede asegurar, sin temor de engañarse, que es deudor a los dioses de su salvación. [...]
Queda, pues, mi querido Adimanto, reducido el número bien escaso de verdaderos filósofos a algún espíritu elevado, perfeccionado por la educación, que retirado en la soledad, debe su perseverancia en el estudio de la sabiduría, al cuidado que ha tenido de alejarse de los corruptores; o bien a alguna alma grande que, nacida en un Estado pequeño, se consagre a la filosofía por el desprecio que, con razón, le inspiran los cargos públicos y cualquiera otra profesión. [...] Con respecto a mí, no me conviene hablar de este demonio, que me acompaña y me aconseja sin cesar. Apenas se encontrará otro ejemplo en todo el pasado. " - Aristocles en "La República o el Estado", Libro VI.

Queda claro entonces que alguien que no sean las masas debe gobernar. Pero, ¿quién? Aristocles argumentaría que el mejor sistema es la aristocracia. Cierto sin duda, yo lo explicaría de distinta forma: debe gobernar quien demuestre estar más capacitado para hacerlo, quien más se lo merezca. ¿Y quién está más capacitado para gobernar? Aquel que consiga llegar al poder y mantenerse en él. Si alguien es suficientemente inteligente y valeroso como para derrocar a la élite actual, adelante; claramente se merecería estar en el poder. Por lo tanto, si alguien desea un sistema distinto al de la élite, que cree el suyo propio e intente alcanzar el poder para implementarlo. Si no lo consigue, que no proteste, porque obviamente no está capacitado para gobernar el mundo. Esto nos conduce en efecto al sistema aristocrático; ¿Quién tiene más capacidad sino para llegar a lo más alto que aquellos virtuosos que hacen uso de la razón y son dueños de sí mismos? ¿Cómo podríamos considerar justo que gobernaran los filósofos si no fueran capaces de sobrepasar los logros de cualquier tirano, oligarca, demócrata o timócrata, de individuos de alma pobre esclavizados por leones y quimeras de mil cabezas?

"Por consiguiente, todo Estado organizado naturalmente debe su prudencia a la ciencia que reside en la más pequeña parte de él mismo; es decir, en aquellos que están a la cabeza y que mandan. Y al parecer la naturaleza produce en mucho menos número los hombres a quienes les toca consagrarse a esta ciencia; ciencia que es, entre todas las ciencias, la única que merece el nombre de prudencia." - Aristocles en "La República o el Estado", Libro IV.

El sistema de poder impuesto hoy en día tiene un componente ciertamente positivo. Y es que, ¿Acaso no es justo que la libertad sea solo para aquellos que sepan ganársela? ¿Por qué debería repartirse gratuitamente entre las masas, sobre todo cuando son ellas mismas las que se encargan de reprimir a los individuos libres? ¿Cuando no quieren esforzarse en lo más mínimo y prefieren estar permanentemente entretenidas y dominadas por el tirano del alma antes que entrenar y desarrollar la parte divina del hombre?

"- Por consiguiente, los que no conocen ni la sabiduría ni la virtud, y están siempre entregados a los festines y demás placeres sensuales, pasan sin cesar de la región baja a la región media, y de la media a la baja; viven errantes entre estos dos términos, sin poder nunca traspasarlos. Jamás se han elevado a la alta región ni han levantado hasta allí sus miradas; jamás han estado en posesión del ser; jamás han experimentado un gozo puro y verdadero.[...]
 - Hablas como un oráculo, Sócrates, y acabas de pintar fielmente la vida de la mayor parte de los hombres." - Aristocles en "La República o el Estado", Libro IX.

Nadie te obliga a ser un esclavo. La libertad, un bien tan preciado, solo puede ser para quien se la merezca. Y puesto que muy poca gente será capaz de alcanzarla, no supondrá un riesgo para el funcionamiento de la sociedad. El descontento inicial de quien lo haga, una vez comprenda todo esto, desaparecerá al menos parcialmente. Y al fin y al cabo, si este individuo estuviera en el poder, ¿Acaso actuaría de forma distinta? ¿Acaso no causaría mucho más daño si intentara actuar de forma ética que si actuara de forma científica como se requiere en un mundo globalizado?

"Pero, ¿no ves que en nuestro Estado los deseos y las pasiones de la multitud, que es la parte inferior, serán arreglados y moderados por la prudencia y la voluntad del pequeño número, que es el de los sabios?" - Aristocles en "La República o el Estado", Libro IV.

Es el mito de la democracia verdadera que se nos ha inculcado desde nacimiento que produce la principal oposición hacia la élite. Son los propios mitos creados por los magistrados los que provocan el principal foco de resistencia. Pero sin estos mitos, nada podría funcionar. Es un mal menor que deben acarrear si quieren construir un Estado Mundial. En una democracia las únicas barreras y cadenas existentes son mentales. Nosotros, al haberlas eliminado, tenemos la capacidad de vivir en la libertad más adecuada de todas; que no total, para no derivar en el caos.

"Creemos, por el contrario, que nada es más ventajoso para todo hombre que el dejarse conducir por un guía sabio y divino, ya lo tenga dentro de sí mismo y disponga de él como de bien suyo propio, que sería lo mejor, o ya, a falta de esto, se someta a un guía extraño, porque nuestro designio es establecer entre los hombres esta conformidad de costumbres, que es el origen de la amistad, sometiendo a todos a un mismo régimen. [...] No es menos evidente que la ley se propone el mismo objeto cuando presta igualmente su auxilio a todos los miembros del Estado. La dependencia en que están los hijos se funda en el mismo principio. No permitimos que dispongan de sí mismos hasta que hayamos establecido en su alma, como en un Estado, una forma fija de gobierno, y hasta que su razón, como cultivada por la nuestra, pueda, como ésta hace respecto a nosotros, vigilar sobre ellos y arreglar su conducta; entonces es cuando los abandonamos a su propias luces." - Aristocles en "La República o el Estado", Libro IX.

Debemos tener presente que los ciudadanos de élite somos más libres que nadie: la gente que trabaja para la élite está atada, no puede hablar ni desviarse del camino. La élite misma, al menos por el momento, es esclava de su propio proyecto y ve su vida limitada por las responsabilidades ligadas a la confección de la República Mundial. Nosotros, los ciudadanos de élite, aunque no somos totalmente dueños de nuestro destino, habiendo adquirido una autonomía plena, no tenemos ningún tipo de ataduras ni deber para con nadie. Solo un tipo de persona puede ser más libre que nosotros: un magistrado que renuncie a subordinar su vida a la causa del Imperio Solar; y en tal caso, no podría tratarse de un magistrado, porque sería injusto.

"En otros Estados puede excusarse a los filósofos que evitan la molestia de los negocios públicos, porque deben su sabiduría sólo a sí mismo, puesto que se han formado a pesar del gobierno y, por lo tanto, es justo que lo que sólo se debe a sí mismo en su origen y en su desarrollo, no esté obligado a ninguna clase de reconocimiento para con nadie." - Aristocles en "La República o el Estado", Libro VII.

En definitiva; poner a las masas a gobernar sería como poner a los enfermos a decidir acerca del tratamiento más adecuado para su aflicción, en lugar de dejar esa tarea a los médicos. Obviamente, si todos los enfermos fueran médicos, podría parecer posible que se llevara a cabo; pero ocurriría que, los pacientes, siendo médicos y enfermos a la vez, no serían capaces de hacer funcionar el hospital. Y sin hospital, la vida de muchos estaría condenada al sufrimiento de forma innecesaria, y no tendrían la oportunidad de aspirar a nada más alto que el penoso objetivo de curarse. Del mismo modo que un paciente confía su salud a un médico, las masas deben confíar la guarda del Estado a los magistrados. Y si sus deseos apuntan hacia otra dirección, habrá que engañarlas con el mero fin de impartir justicia.

"La verdad es que el enfermo, sea rico o pobre, es al que corresponde acudir al médico; y, en general, lo natural es que el que tiene necesidad de ser gobernado vaya en busca del que puede gobernarle, y no que aquellos cuyo gobierno pueda ser útil a los demás supliquen a éstos que se pongan en sus manos. Y así no te engañarás comparando los políticos con los marineros de que acabo de hablar; políticos que están hoy a la cabeza de los negocios públicos, y que consideran como gentes inútiles, perdidas en la contemplación de los astros, a los verdaderos pilotos". - Aristocles en "La República o el Estado", Libro VI. 

Ahora bien, a la que tengas la menor oportunidad de huir, escapa a algún lugar remoto y apacible bien alejado de la civilización, a algún lugar donde puedas descansar, escribir, leer, estudiar, reflexionar, pintar, correr y dar paseos al aire libre plácidamente; como dirían algunos, lejos del hedor a redil característico de las megaurbes.

"¿Hemos probado suficientemente a los que tú me presentabas antes marchando en orden de batalla para atacarnos, que el único que puede trazar el plan de una república es ese mismo filósofo a quien sentían ellos que nosotros entregásemos el gobierno de los Estados? Lo que acaban de oír, ¿no contribuirá a apaciguarlos?- Aristocles en "La República o el Estado", Libro VI.



            Es hora de entregarle el poder al pueblo. Ha llegado el momento de la democracia global.


Calbert

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